La despedida
La primera vez que nos despedimos, me puso el cachete con demasiada obviedad, como evitando cualquier cosa que pueda pasar. Ni los labios le pude ver, clara señal de que un beso no iba a poder ser. Hubiera sido un beso raro, porque si me perfilaba con mis ojos fijos en su mirada, no lo iba a dudar, aunque fue muy rápido aquel pensamiento tanto como las señales que ella emitió. Pude haber revertido aquello pero no, no era necesario. Por culpa del colectivo podríamos decir, y el silencio después de haber hablado de todo, o casi todo, esa noche, no ayudaba a hilar la situación a esas horas, el cansancio, el sueño que arrastraba de la semana, eran la escusa para decir, otra vez será, el sábado quizás. Porque todo ello te enmarca la situación. La acompañe a esperar el colectivo, habíamos salido a tomar algo nomás, porque debía pasar todo lo que a más de uno le hubiera gustado, o se podría pensar, que es cierto sería natural un beso en aquella situación pero, ese beso se hizo esperar. Hubo u